Un joven termina los estudios medios y contempla la posibilidad de ir a la universidad. Su familia, de clase acomodada, así lo espera, pero en uno de sus paseos el joven ve a una muchacha de la que se enamora, y sin cruzar palabra porque estaría mal visto, ruega a sus padres que la pidan en matrimonio.
La petición no es algo fácil: las familias deben pertenecer al mismo nivel social -algo difícil por la complejidad de la sociedad del país- y además las cartas astrales deben encajar, o de lo contrario el matrimonio resultará un desastre.
Cuando finalmente el pretendiente es rechazado, emprenderá un viaje de búsqueda, purificación interna y realización.
El libro es un delicioso relato de los sentimientos de alguien joven e inexperto, alguien que ve dejar atrás una vida para emprender una nueva, con responsabilidades. El protagonista y su familia podrían ser de cualquier parte del mundo, pues sus deseos y decepciones son universales, pero la historia está salpimentada con las pequeñas anécdotas propias del país: la madre angustiada porque cada mañana alguien roba las flores de azafrán, flores que componen la ofrenda floral diaria a los dioses. El padre, funcionario retirado, con su divertido punto de vista sobre lo que ocurre a su alrededor, no toma muy en serio nada de lo que ocurre. Su hermano pequeño preocupado casi exclusivamente por el criquet.
Una sociedad que en general, aunque reglamentada por el sistema británico, se mueve a su propio ritmo, con sus propios protocolos.
Para disfrutar.
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