miércoles, 21 de septiembre de 2016

Metrópolis: angustiosa odisea

@MagdaRevetllat



Un hombre sube a un avión en camino a un congreso lingüístico, pero llega a una ciudad que no conoce. Piensa que se habrá equivocado de avión y una vez en el hotel, intenta comunicar su apuro al recepcionista pero este se limita a coger su pasaporte, guardarlo y darle la llave de la habitación.

A partir de aquí la angustiosa experiencia se convierte en algo rocambolesco pues, aun siendo experto en lenguas antiguas y modernas, no entiende ni las gentes del lugar ni ningún signo, anuncio, aviso o periódico o libro. Intenta llamar a casa pero no puede hacerse entender para tal fin, se hace detener por la policía para poder así reclamar su pasaporte al hotel, pero en la comisaría lo retienen una noche, le hacen pagar una multa y le sueltan al día siguiente. Lo único que ha obtenido es menos dinero en su cartera y un chichón en la cabeza.

Como Ulises intentando volver a casa, el protagonista anhela reunirse de nuevo con su esposa y su perro, en su hogar. La ciudad es un caótico aglomerado de edificios donde la superpoblación es evidente, por la acera se debe tener cuidado pues las personas se amontonan y se empujan para pasar y es fácil desviarse y ser atropellado por los coches.

No sabe donde está, ciudad o tan siquiera continente. Se quedó dormido en el avión y no tiene noción de las horas que han pasado. No entiende a nadie, nadie lo entiende.

Solo quiere volver a casa. 

¿Podrá?



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